Las fábulas son cortas y breves narraciones literarias, normalmente en
verso, que terminan siempre con un mensaje de enseñanza o moraleja de carácter
instructivo, cuyos personajes casi siempre son animales u objetos ficticios.
Una buena vía para entretener y a la vez educar a los niños.
Las fábulas ya eran
cultivadas hace dos mil años, en Mesopotamia. Unas tablas de arcilla cuentan
brevemente historias de zorros astutos, perros desgraciados y elefantes
presuntuosos.
En la antigua Grecia, la
primera fábula es conocida como la del ruiseñor. La contó Hesíodo, en el siglo
VIII a.C, y desde entonces cientos de historias nos han transmitido enseñanzas
en forma de moralejas.
Fábulas de Leonardo Da Vinci
La red:
También aquel día
la red salió llena de peces. Carpas, barbos, lampreas, tencas, albures,
anguilas y tantos otros terminaron en el cesto del pescador.
Debajo, dentro del agua del río, los
supervivientes, asombrados y aterrados, no se atrevían a moverse. Familias
enteras ya estaban depositadas en el mercado, bancos enteros habían caído en
las redes y terminado en la sartén. ¿Qué harían?
Algunas jóvenes
brecas de río se reunieron detrás de unas piedras y decidieron rebelarse.
- Es cuestión de
vida o muerte - dijeron -. Esta red que cada día desciende al agua y siempre en
lugar distinto, para aprisionarnos y arrancarnos de nuestro elemento,
despoblará el río exterminándonos a todos.
Y nuestros hijos tiene derecho a vivir y nosotros debemos hacer lo que
sea para salvarlos de esta tragedia.
-¿Y qué cosa se
puede hacer? - pregunto una tenca que había seguido a los conjurados.
-Destruir la red -
contestaron juntas las jóvenes brecas.
La valiente
decisión, confiada a las inquietas anguilas, corrió rápidamente a lo largo del
río, invitando a todos los peces a reunirse la mañana siguiente en un remanso
protegido por grandes sauces.
Al día siguiente,
millares de peces, de todos los tamaños y todas las edades, se dieron cita para
declarar la guerra a la red.
La dirección de la
operación fue confiada a una vieja y astuta carpa, que ya había conseguido
librarse dos veces de la prisión despedazando con los dientes las mallas de la
red.
-Estad bien
atentos- dijo la carpa -, la red es tan larga como el ancho del río y cada
malla, en el lado de abajo, tiene un plomo que la retiene en el fondo.
Divididos en dos grupos: un grupo
levantará los plomos, trayéndolos a la superficie; el otro grupo sujetará
firmemente la red por la parte superior.
Las lampreas cortarán con los dientes las cuerdas que mantienen tensa la
red entre las orillas. Que las anguilas vayan inmediatamente de reconocimiento
para indagar el sitio donde han lanzado la red.
Partieron las
anguilas. Los peces, reunidos en grupos, se colocaron se colocaron a lo largo
de la orilla. Las brecas empujaban a los
más tímidos, recordándoles el triste fin de muchos compañeros, y les exhortaban
a no tener miedo si quedaban prendidos en la red porque ningún hombre podría ya
sacarla de la orilla.
Las anguilas exploradoras volvieron. La red
estaba hundida y se encontraba a una milla de distancia.
Entonces, todos los peces, como una inmensa
flota, se pusieron a navegar detrás de la vieja carpa.
-Atención- dijo la
carpa-, la corriente podría arrastrarnos a la red: aguantad, maniobrando bien.
Y la red, gris,
siniestra, apareció...
Los peces, presos
de imprevisto furor, comenzaron el ataque.
La red fue alzada
del fondo, las cuerdas que la sujetaban fueron rotas, las mallas destrozadas;
pero los peces, furiosos, no soltaron la presa. Cada uno con su pedazo de red
en la boca, agitando las aletas y la cola, tiraron en todos los sentidos, para
destrozar y romper la red, encontrando así, en el agua que parecía hervir, la
libertad perdida.
sino pueblos sin objetivos, ni esperanza, ni
líderes a quienes seguir.
La llama
Desde hacía más de
un mes, en el horno de la vidriería donde hacían las botellas y los vasos, las
llamas chisporroteaban. Un día vieron una vela, sobre un hermoso candelabro
brillante, que se acercaba hacia ellas. Pronto, con gran ansiedad, se
esforzaron por acercarse a aquella dulce llamita.
Una especialmente,
escabulléndose del tizón que la alimentaba, volvió la espalda al horno y
pasando por una rendija se lanzó sobre la vela, devorándola ávidamente.
Pero al hacerlo, la
voraz llama consumió pronto hasta su fin a la pobre vela; y de ahí que, no
queriendo morir con ella, tratara de volver al horno de donde había huido.
Pero no consiguió
librarse de la blandura de la cera, y en vano pidió ayuda a las otras llamas.
Llorando y gritando
se transformó en fastidioso humo, dejando a sus hermanas en los esplendores de
una vida larga y bella.
El afán de
superación, cuando no radica en razones ilusorias, es digno de alabanza; pero
la reflexión previa y la seguridad de recuperar, en caso necesario, la posición
que antes se ocupaba, son precauciones siempre aconsejables.
La araña en el ojo de la cerradura
Una araña, después de haber explorado toda la casa, por dentro y por fuera, pensó meterse en el ojo de la cerradura.
Una araña, después de haber explorado toda la casa, por dentro y por fuera, pensó meterse en el ojo de la cerradura.
¡Qué refugio ideal!
¿Quién podría descubrirla jamás, allí dentro! Ella, en cambio, asomándose al
borde de la cerradura, podría mirar a todas partes sin riesgo alguno.
- Allí - decía para
sí, observando el umbral de piedra - tenderé una red para las moscas; más allá
- añadía, mirando el escalón - tenderé otra para los gusanos; aquí cerca, en el
marco de la puerta, armaré una trampa pequeña para los mosquitos.
La araña se
regocijaba. El ojo de la cerradura le daba una seguridad nueva, extraordinaria;
tan oscuro, estrecho, como un estuche de hierro, le parecía más inaccesible que
una fortaleza, más seguro que cualquier armadura.
Mientras se
deleitaba con estos pensamientos, le llegó al oído un rumor de pasos; prudente,
se retiró entonces al fondo del refugio.
Alguien estaba a
punto de entrar en casa. Una llave tintineó, enfiló el ojo de la cerradura, y
la aplastó.
La fábula nos hace
reflexionar en las cortas luces de quienes aceptan las cosas por lo que
superficialmente representan, sin indagar más profundamente su esencia y significado.
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