Y consolidar la idea de una sociedad basada en sentimientos opuestos al autoritarismo y la violencia, así como promover el entendimiento y la vigencia plena de los Derechos Humanos sin renunciar al afianzamiento de los reclamos de soberanía sobre las Islas Malvinas.
Cada 2 de abril nos invita a reflexionar sobre
las vidas de aquellos que vivieron y sufrieron la guerra, los que pelearon en
el campo de batalla, los que volvieron y también los que se quitaron la vida
por el dolor y el abandono de la posguerra.
Hablar de Malvinas invita a pensar en la idea
de soberanía. Porque el reclamo del ejercicio de la soberanía territorial tiene
un largo recorrido en la historia de la Argentina.
Esta fecha, además, representa la oportunidad para explorar con nuestros estudiantes la memoria que se fue construyendo a lo largo de estos años en torno a Malvinas. La guerra no fue vivida en todo el país del mismo modo.
En el sur, el conflicto armado fue vivido de un
modo diferente debido a la cercanía geográfica con la guerra; las ciudades
patagónicas vivieron apagones, simulacros de bombardeos y vieron a los aviones
de la Fuerza Aérea partir de sus aeropuertos.
En el norte, el recuerdo está vinculado a los
jóvenes conscriptos que fueron llevados a pelear, lo mismo en provincias como
Corrientes y Chaco que enviaron un número importante de contingentes.
En las grandes ciudades, en cambio, la vivencia
estuvo más atada a lo que transmitían los medios de comunicación.
Por lo tanto, Malvinas fue y es el
nombre de varias cosas: la usurpación colonial, la lucha antimperialista, la
soberanía, las siluetas dibujadas en el pizarrón escolar, la única guerra
librada por la Argentina en el siglo XX durante una dictadura que ejerció el
terrorismo de Estado, los traumas y el abandono de la posguerra, la memoria de
los caídos. Malvinas es este momento. Porque como adultos somos los que debemos
llevar adelante entre nuestros niños y jóvenes la tarea de honrar la lucha de
los que se jugaron su vida por la Patria.