____1976--24 de Marzo--2016: Día Nacional de la Memoria, por la verdad y la Justicia
El golpe – Graciela Montes
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21 de Marzo día mundial de la Poesía:
Alumnos de 5to año Construcciones y
Electromecánica, junto a la docente Lía Leal, en política y Ciudadanía, analizaron, trabajaron
sobre el 24 de marzo recordando esta fecha y todo lo sucedido antes y después,
y todo lo que dejó dicho suceso en el país. El día del acto el docente
Carabelli, Pablo contó con la presencia de un familiar de Ricardo Aberto Frank, uno de los desaparecidos en la última dictadura de
nuestra ciudad (Trenque Lauquen) que dio testimonio de lo sucedido a su hermano por aquellos años.
Vemos las reflexiones, trabajos de los ALUMNOS:
El golpe – Graciela Montes
La obra, dirigida a los niños, describe los sucesos que se desencadenaron
en nuestro país a partir del golpe militar en 1976 y sus consecuencias hasta la
actualidad.
Algunas personas piensan que de las cosas malas y tristes es mejor
olvidarse. Otras personas creemos que recordar es bueno; que hay cosas malas y
tristes que no van a volver a suceder precisamente por eso, porque nos
acordamos de ellas, porque no las echamos fuera de nuestra memoria.
Es el caso de la historia que vamos a contar aquí… El 24 de marzo de 1976
hubo un golpe de estado.
Un golpe de estado es eso: una trompada a la democracia. Un grupo de
personas, que tienen el poder de las armas, ocupan por la fuerza el gobierno de
un país. Toman presos a todos: al Presidente, a los diputados, a los senadores,
a los gobernadores, a los representantes que el pueblo había elegido con su
voto, y ocupan su lugar. Se convierten en dictadores. A los amigos los nombran
intendentes, jueces, ministros, secretarios… así todo queda en familia. Se
sienten poderosos y gobiernan sin rendirle cuentas a nadie.
Aunque, por supuesto, como no les gusta que los vean como a ogros, siempre
explican por qué dieron en golpe. Por lo general dicen que es para “poner
orden” en un “país desordenado”. Dicen que hace falta “mano dura” para “poner
las cosas en su lugar”. (…) Pero como en realidad no saben, y tampoco tienen
costumbre de reflexionar ni pensar demasiado, terminan haciendo estropicios y
siempre pero siempre dejan al país mucho peor de cómo estaba.
En la Argentina hubo varios golpes de estado antes del que vamos a contar
aquí
¡Cinco golpes en 36 años!
Pero ninguno de esos golpes puede compararse con el que recordamos hoy,
aunque la “mala costumbre” de los golpes ayudó mucho a que los golpistas se
instalasen con tanta facilidad en el gobierno. Lo de 1976 y lo que sucedió
después fue lo peor que nos haya pasado jamás en toda nuestra historia.
El 24 de marzo los argentinos que encendimos la radio nos enteramos de que
las emisoras habían suspendido su programación habitual para “entrar en
cadena”: eso quería decir que, en lugar de tangos, rock o boleros, íbamos a
escuchar marchas militares, partes de guerra y discursos.
Pero no nos imaginamos que iba a ser tan diferente de otros golpes que ya
habíamos vivido.
Sin embargo, esta vez iba a ser diferente.
Esta vez las Fuerzas Armadas en su conjunto se habían puesto de acuerdo
para cortar de un hachazo el sistema constitucional (…) detrás de un único
objetivo –o al menos era eso lo que decían en los discursos- derrotar a la
subversión, aniquilar la guerrilla.
Que los golpistas hablaran de “aniquilar” no sorprendía mucho a nadie,
porque era una época en la que la gente estaba acostumbrada a la intolerancia.
En esos años los jóvenes se cuestionaban el modo en que estaba organizado
el mundo y hacían grandes huelgas y manifestaciones gigantescas de protesta,
que muchas veces terminaban en duros enfrentamientos con la policía. En nuestro
país se produjo uno muy famoso en 1969: El Cordobazo.
Los jóvenes habían tomado conciencia de vivir en un mundo injusto y lo
cuestionaban todo: la distribución de la riqueza, el que hubiera ricos muy
ricos y pobres muy pobres, el hecho de que algunos países dominaran a otros y
los manejarán a su antojo, y , en general, el autoritarismo de los que
manejaban el poder, los que se llamaba “el sistema”, el modo en que estaban
ordenadas, por la fuerzas, todas las cosas. Había grupos, grandes grupos, que
opinaban que había llegado el momento de cambiar. (…)
Los golpistas llamaron “guerrillero” y “subversivo” a todo el que no les
pareciese dispuesto a plegarse a ese plan oficial y terrible que se llamó
Proceso de Reorganización Nacional. Todos los que por alguna razón les parecían
diferentes, parados en otra vereda, disidentes, o críticos sencillamente
pasaban a ser “guerrilleros” y “subversivos”, es decir enemigos que debían ser
aniquilados.
Para aniquilar a los enemigos y “poner en caja” a toda la sociedad los
golpistas tenían un estilo, el del cuartel, y un método, el del terror.
El maldito plan consistió en secuestrar, torturar y asesinar en forma
clandestina a más de 30.000 argentinos y extranjeros entre los que había
médicos, estudiantes, gremialistas, monjas, sacerdotes, obispos, escritores,
políticos, jueces, agricultores, obreros, maestros, conscriptos, científicos, artistas,
periodistas, bebés, niños y guerrilleros.
Todo se hacía en forma secreta, por lo general durante la noche y de manera
muy violenta.
Los secuestrados eran trasladados luego a centros de tortura, que también
eran secretos. Funcionaban en el sector más apartado de un cuartel, en una
fábrica abandonada, en el sótano de una comisaría, en los fondos de un
hospital, en un viejo casco de estancia, en un chalet apartado… Hasta allí los
llevaban y ahí quedaban hundidos. A partir de ese momento esos secuestrados
pasaban a ser “desaparecidos”. Nadie daba cuenta de ellos, nadie sabía donde
estaban. La familia o los amigos comenzaban a buscarlos desesperadamente.
Hoy todos sabemos lo que sucedía en esos lugares y hasta se ha logrado
identificar muy bien dónde estaban ubicados y cómo estaban organizados. La
CONADEP, una comisión de notables que se reunió en cuanto el país regresó a la
democracia, se ocupó de recoger los testimonios en torno a los desaparecidos y
de reunirlos en un libro que todos tendríamos que leer alguna vez, el Nunca
más.
Los propios secuestradores hablaban en clave de esos lugares de horror y
les ponían terribles nombres de fantasía: El Vesubio, El Olimpo, La Cacha, La
Perla, El Atlético, La Escuelita, el Sheraton…
Muchos secuestrados luego liberados o que lograron escapar pudieron contar
los horrores que allí se vivían.
La mayor parte de los que soportaron esos tormentos murieron o fueron
asesinados. Pero no “aparecieron” jamás. (…) Algunas mujeres que habían sido
secuestradas cuando estaban embarazadas tenían sus hijos en esos centros de
detención. A veces parían en un pasillo, o en la mesa de torturas, entre las
risas y burlas de sus secuestradores, y luego se las obligaba a limpiar el
lugar de rodillas.
Por lo general no volvían a ver a sus hijos: los torturadores se los
robaban, se quedaban con ellos.
Esas cosas sucedían todos los días mientras la población seguía adelante
con su vida. Iba a trabajar, a la cancha, al mercado, los chicos iban al
colegio, se hacían películas cómicas y mucha gente iba a verlas, se hablaba de
los ovnis, se seguían día a día los teleteatros.
Muchos argentinos preferían mirar para otro lado: “¡Por algo será!”
sentenciaban cuando se enteraban del caso de algún desaparecido o veían cómo
alguien era introducido con violencia en un auto. Se decían que “eran cosas de
subversivos”, es decir, repetían la lección que les habían enseñado los
golpistas asesinos, estaban convencidos de que debían desentenderse, de que
todo eso no tenía nada que ver con ellos.
Pero el terrorismo de Estado no fue la única “máquina del terror” que
aplicaron los golpistas. La otra fue la demolición de la economía. De eso se
ocupó el ministro de Videla, José Alfredo Martínez de Hoz.
Cuando un país tiene sus fábricas abiertas, cuando produce y está activo,
es natural que haya conflictos. Los empresarios y los obreros discuten por los
sueldos, hay huelgas, quejas, intereses contrapuestos. Pero el golpe del 24 de
marzo estaba decidido a paralizarlo todo, a dejar a todo el mundo bien quietito
y en posición de firmes. Pretendía decretar el fin de los conflictos, con lo
que decretaba, además, el fin de la economía.
Al principio a algunos les pareció una especie de fiesta porque Martínez de
Hoz se las ingenió para que empezara a fluir el dinero. Para eso “internacionalizó”:
pidió dinero prestado al exterior y levantó las barreras de la Aduana. De golpe
y porrazo el país se llenó de productos importados: desde un reloj a una
licuadora, de un paraguas a un auto, todo venía de afuera, y muchos argentinos
se entusiasmaban con la novedad, que les pareció divertida.
En esos primeros años de la dictadura no se podía decir que no hubiese
dinero. El dinero circulaba copiosamente y a gran velocidad, pero terminó
acumulado en unos pocos bolsillos. Y nunca sirvió para poner en marcha la
economía, para crear riqueza, sino, justamente, para aniquilarla.
Poco después se vio que toda esa aparente abundancia no era sino cartón
pintado. La plata dulce se esfumó. Vinieron los tiempos duros. Muchos
empresarios cerraron sus fábricas porque no podían competir con los artículos
importados. Y los argentinos tomamos conciencia, de pronto, de que debíamos
tanto pero tanto dinero a los bancos extranjeros que casi ni podíamos decirnos
dueños de lo que era nuestro.
Fueron épocas muy tristes. La mayor parte de la gente se encerraba en su
casa y trataba de desentenderse de todo. No se reunían con otros, no
participaban, no daban opiniones. Entre aterrados y desilusionados, hacían de
cuenta que el país no era cuestión de ellos. Estaba prohibido hacer política,
además la censura mandaba. No había protestas, ni arengas, ni huelgas. Todo
parecía muerto, quieto. Pero muy pronto algo empezó a moverse.
Los primeros en reaccionar fueron los que se animaron a hablar en voz alta
del terror secreto, y a exigir que los desaparecidos volvieran a aparecer, y
vivos, como se los habían llevado de las casas. En primer lugar, las madres de
los secuestrados. Durante todos esos años habían peregrinado de un lado a otro
en busca de sus hijos y ahora cambiaban de estrategia, hacían público su
reclamo, se mostraban, pedían cuentas, “manifestaban”, algo que parecía
olvidado en la Argentina. Jueves a jueves, cubierta la cabeza con un pañuelo
blanco, daban vueltas a la pirámide que hay en Plaza de Mayo, para exigir la
atención de los asesinos. Simplemente estaban allí, no faltaban nunca, y su
presencia era una terrible forma de denuncia.
Fueron muy valientes –reclamar era peligrosísimo en esos tiempos-, pero su
valentía fue recompensada ampliamente: no sólo la Argentina sino en el mundo
entero los pañuelos blancos de las Madres de Plaza de Mayo terminaron siendo un
símbolo, la señal de que, las que estaban debajo de ellos, iban a defender
fervorosamente los derechos humanos, esos derechos que todos tenemos por el
solo hecho de ser personas y que nadie, ningún golpista, ningún torturador,
ningún asesino, tiene derecho a quitarnos. (…)
Seguiremos teniendo problemas, seguramente. Los tenemos. La deuda externa.
La pobreza. Los poderosos que no quieren perder poder aunque para eso haya que
aplastar a otros. Los violentos que hablan de aniquilar a cualquiera que opine
diferente. Los que se miran el ombligo. Los obsecuentes. Los corruptos que sólo
piensan en llenarse los bolsillos, los intereses contrapuestos. Todo sigue ahí,
pero estamos vivos, y podemos discutir lo que nos pasa cara a cara y en voz
alta.
* Extracto del texto publicado por Página/12 en 1996
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21 de Marzo día mundial de la Poesía:
«Al rendir homenaje a aquellas
y aquellos para quienes la palabra libre, fuente de imaginación y de actuación,
es el único instrumento, la UNESCO reconoce el valor de la poesía como símbolo
de la creatividad de la mente humana. Al dar forma y palabras a lo que todavía
no tiene ni una cosa ni la otra (la belleza inexplicable que nos rodea, los
enormes sufrimientos y la miseria del mundo), la poesía contribuye a la
expansión de nuestra humanidad común, y ayuda a hacerla más fuerte, más
solidaria y más consciente de ella misma.»
Mensaje de la Sra. Irina
Bokova, Directora General de la UNESCO, con motivo del Día Mundial de la
Poesía.
La poesía es una manifestación
de la diversidad en el diálogo, de la libre circulación de las ideas por medio
de la palabra, de la creatividad y de la innovación. La poesía contribuye a la
diversidad creativa al cuestionar de manera siempre renovada la forma en que
usamos las palabras y las cosas, y nuestros modos de percibir e interpretar la realidad.
Merced a sus asociaciones y metáforas y a su gramática singular, el lenguaje
poético constituye, pues, otra faceta posible del diálogo entre las culturas.
Trabajo de la alumna Dalila Molina de 6to C. |
Por otra parte, este Día tiene
como propósito promover la enseñanza de la poesía; fomentar la tradición oral
de los recitales de poéticos; apoyar a las pequeñas editoriales; crear una
imagen atractiva de la poesía en los medios de comunicación para que no se
considere una forma anticuada de arte, sino una vía de expresión que permite a
las comunidades transmitir sus valores y fueros más internos y reafirmarse en
su identidad; y restablecer el diálogo entre la poesía y las demás
manifestaciones artísticas, como el teatro, la danza, la música y la pintura.
Algunas poesías:
El sexto sentido
Usa tus ojos
para ver la belleza de la vida,
o para ver el interior de las personas...
No los uses para criticar maliciosamente
de cómo se ven o visten los demás,
o para juzgar a las personas,
sólo por sus apariencias.
Usa tus oídos,
para escuchar a tu prójimo,
y poder ofrecerle una palabra de aliento,
para escuchar los sonidos agradables,
que te ayudan a olvidar las dificultades,
y edifican tu interior.
No los uses como un arma,
o para envenenar a los demás.
Usa tu olfato, para percibir el olor
de las flores, del perfume, del amor...
No lo impregnes, con los malos olores,
como lo son el odio,
el egoísmo, la traición.
Usa tu gusto,
para saborear el triunfo
de tus metas alcanzadas,
de los logros obtenidos
con esfuerzo y dedicación...
No lo uses para saborear,
las derrotas de otros.
Usa tu tacto,
para sentir y dar amor,
para tocar a las personas
con tus deseos positivos,
con tu caridad...
No lo uses para pedir
injustificadamente.
El sexto sentido,
el más importante,
es el que nos da la sabiduría
para distinguir la diferencia
entre los otros sentidos,
entre el bien y el mal,
entre dar o recibir,
entre construir o desmoronar.
A veces miramos sin ver,
oímos sin escuchar,
olemos sin percibir,
probamos sin saborear,
tocamos superficialmente.
Usa tus sentidos sabiamente,
no se trata de cuántos tengas,
sino de cómo los utilizas.
Siempre...
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HOY PUEDE
SER UN GRAN DÍA de Joan Manuel Serrat
Hoy puede ser un gran
día,
plantéatelo así,
aprovecharlo o que pase
de largo,
depende en parte de ti.
Dale el día libre a la
experiencia
para comenzar,
y recíbelo como si fuera
fiesta de guardar.
No consientas que se
esfume,
asómate y consume
la vida a granel.
Hoy puede ser un gran
día,
duro con él.
Hoy puede ser un gran día
donde todo está por
descubrir,
si lo empleas como el
último
que te toca vivir.
Saca de paseo a tus
instintos
y ventílalos al sol
y no dosifiques los
placeres;
si puedes, derróchalos.
Si la rutina te aplasta,
dile que ya basta
de mediocridad.
Hoy puede ser un gran día
date una oportunidad.
Hoy puede ser un gran día
imposible de recuperar,
un ejemplar único,
no lo dejes escapar.
Que todo cuanto te rodea
lo han puesto para ti.
No lo mires desde la
ventana
y siéntate al festín.
Pelea por lo que quieres
y no desesperes
si algo no anda bien.
Hoy puede ser un gran día
y mañana también.
Hoy puede ser un gran día
duro, duro,
duro con él.
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