domingo, 8 de junio de 2014

El día 5 de junio de 2014 los alumnos de los primeros años realizaron el juramento de cuidar el Medio Ambiente.

En semanas anteriores los alumnos de primer año  trabajaron en las aulas con los docentes de ciencias naturales y sociales, sobre la importancia de cuidar y valorar cada día más el lugar y los espacios en que vivimos, cuidar nuestro planeta. Realizaron tareas  de investigación sobre nuestro planeta y las diferentes realidades en el mundo. Culminaron el 5 de junio con el juramento de los alumnos de primer año, a cargo de docentes (Yanina, Erika y directivos), quiénes dialogaron con ellos y les leyeron un texto en el que hablaba de ser protagonistas, de proponerles y dejar en manos de los más jóvenes el cuidado del lugar donde vivimos, nuestro ambiente. También estuvieron presente los demás alumnos y docentes.
Estas fueron las palabras leídas en el cierre de todas estas actividades que se vienen realizando:
   EL HUMANO SOSTENIBLE, escrito por el alumno Moisés Blousman Meza, en el año 1995.
   El ser humano es la única especie en el planeta  a la cual se le debe enseñar a ser sostenible. Parece ser que tenemos una mayor capacidad para modificar nuestro entorno que para entenderlo.
Por el hecho de creer que somos seres superiores no nos molestamos en comprender los fenómenos que nos rodean; actuamos convencidos de que no estamos aquí para convivir con otras especies sino, para hacer uso de ellas como mejor nos convenga. Sin embargo, ¿qué es lo que nos conviene? ¿Cómo podemos juzgar cuando nuestra soberbia no nos deja ver nuestro interior y no nos permite entender que somos una especie más que convive e intercambia energía y materia con las demás?
    Así como un día nos podrían servir un plato hecho con hongos comestibles en un restaurante, ellos, los hongos, se han servido de los cementerios de la vegetación, donde ellas, las plantas, se han servido de los nutrientes de la tierra, en la que yacen nuestros antepasados. Pero basamos nuestro juicio en que el alma es demasiado divina para ser igualada  a un perro, una vaca y, mucho menos, a un insecto. Entonces, el problema no está solamente en nuestra necesidad de alimento y energía, sino en nuestra ceguera, ingenuidad e inocencia porque estamos llenos de inteligencia, pero carecemos de la sabiduría para utilizarla correctamente.
    La historia de la humanidad (200.000 años) puede contarse con el segundero del reloj del planeta y, pasando eso por alto, nos empeñamos en modificar a nuestro antojo algo que a la naturaleza le ha llevado miles de millones de años construir.
     El corto período de existencia de la especie Homo Sapiens ha sido demasiado pequeño para que podamos madurar como sociedad y como especie; sin embargo ha sido suficiente para que nos adueñemos del planeta. Hemos llegado demasiado lejos, demasiado rápido y ahora parecemos un niño que despierta en Navidad y se encuentra con decenas de juguetes debajo del árbol; no sabe cuál regalo abrir primero, no sabe compartirlos y menos, cuidarlos.
     Es innegable lo maravilloso de nuestras conquistas; después de todo, hemos llegado más allá que cualquier otra especie y somos capaces de adaptarnos a cualquier entorno con relativa facilidad. Pero, nuestras conquistas, desafortunadamente, no se detienen hasta hacernos capaces de buscar adaptar nuestro entorno, logrando, de esta manera, su destrucción.
Esto no significa que seamos un fracaso como especie sino que, aún no hemos sido capaces de ver nuestra posición en la red  de la vida en el Planeta Tierra. Somos tan diferentes a cualquier otra especie que probablemente nos sentimos solos y ajenos a todo lo demás, cuando eso no es cierto.
       Es necesario que entendamos nuestra dependencia con las demás especies, ese sería un buen principio; pero, realmente, debemos entender el derecho de otras especies por existir. Nosotros no somos dioses para elegir quién debe o no existir; no somos la clase suprema que alguna vez quisimos ser. Somos habitantes de este mundo; al igual que el búfalo que corre por la pradera, el águila que surca los cielos y la cucaracha que invade todos los hogares del mundo.

      Debemos aprender a convivir; a regresar a la Tierra lo que de ella utilizamos, y no solo porque es nuestra obligación, sino porque también es nuestro derecho de vivir en un mundo mejor. Nuestros hijos nos lo agradecerán.
Mostramos imágenes de sus trabajos:




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