En 1943 la Conferencia
Interamericana de Educación (integrada por educadores de toda América) se
reunió en Panamá y estableció el 11 de septiembre como Día del Maestro.
Ninguna fecha es más
oportuna para celebrar el día del maestro que el 11 de septiembre, día en que
pasó a la inmortalidad Domingo Faustino Sarmiento. Por tanto, se declara día
del maestro en todo el continente americano el 11 de septiembre.
Y el día 17 de septiembre se celebra el día del
profesor en homenaje a José Manuel Estrada (nació el 13 de julio de 1842 -en
Buenos Aires- y murió el 17 de setiembre de 1894 -en Asunción del Paraguay-),
quien además de destacado profesor era un notable orador, escritor y
periodista. En su persona quedan representados todos los profesores que con
profunda vocación contribuyen a la educación de las nuevas generaciones. En
conmemoración de su muerte el día 17 de septiembre en la República Argentina se
festeja el día del Profesor.
Principios
Educativos Personalistas:
"El Profesor y su tarea:
El Profesor es un servidor: está
al servicio de los alumnos, no de la
asignatura, de los contenidos o de los métodos.
Su misión no es facilitar los caprichos de alumno, al contrario, el maestro
está al servicio del alumno, para que éste crezca como persona en comunidad.
Enseñar es servir.
Servir, como decimos, a los alumnos para que conozcan y realicen su verdad;
trabajar por ellos y con ellos; acercarse a ellos para conocer sus necesidades,
sus problemas, sus deseos, sus anhelos, su mentalidad; compartiendo tiempo con
ellos, arrimando el hombro cuando lo que haya que levantar pese demasiado,
tendiendo la mano para aupar, dando una palabra con sentido en el momento
preciso..
Enseñar es dar, ofrecer, entregar.
Lo que el profesor entrega es algo que tiene valor. Lo entrega porque ama a sus
alumnos, porque desea que estos vivan en plenitud; lo entrega porque ama lo que
entrega, porque sabe que sólo se posee lo que se regala.
Además enseñar es devolver con
agradecimiento. Devolver lo recibido en la vida, esas cosas buenas que otros
nos han dado a conocer con anterioridad; es continuar con esa tarea de entrega
que otros hombres han llevado a cabo a lo largo de la historia. Lo que el
profesor entrega a los alumnos es fruto del trabajo no sólo suyo, sino de muchos
hombres que se empeñaron en construir un mundo mejor.
Enseñar es mostrar, traer a la
luz, desvelar, revelar, acercar al alumno a la verdad para que este pueda
contemplarla y caminar en ella; señalar y denunciar
las mentiras que llegan a los alumnos a través de los medios; romper los
prejuicios equivocados, enseñarles a pensar críticamente, a leer, a expresarse.
Enseñar es decir la verdad y desenmascarar las mentiras.
Enseñar es proponer, posibilitar.
El maestro no debe imponer, sino proponer. La diferencia
es radical: cuando el trabajo viene impuesto es mucho más difícil que aparezca
la motivación. Además, proponer es una forma de educar en la responsabilidad:
la realización de lo propuesto, una vez es dialogado y se llega a un acuerdo
asumido por todos, es responsabilidad de alumnos y profesor.
Enseñar
es animar, pedir, exigir. La tarea del maestro no se limita a proponer. También es
necesario animar, incitar al trabajo, al estudio, a la investigación; despertar
la curiosidad, captar el interés, llamar la atención de los alumnos. En este
sentido son muy importantes la actitud y las palabras del profesor. El profesor
se tiene que mostrar activo, interesado, con ganas de trabajar; esta actitud ha
de ser contagiosa y debe verse reflejada en las palabras. Palabras de ánimo
hacia los alumnos. Esta animación que lleva a cabo el maestro es a la vez
petición (de respuesta) y exigencia. Pero el profesor sólo puede esperar la
respuesta tras haber entregado su vida en forma de palabra; la exigencia será
la otra cara de la entrega gratuita de su vida. Quien entrega su vida
desinteresadamente genera en el otro, por lo menos, una pregunta.
Enseñar es orientar, acompañar,
facilitar. El maestro debe conocer a sus alumnos, acercarse a sus vidas,
llamar a la puerta de su interioridad. Debe estar ahí, siempre. Y los alumnos
deben saber que él está ahí cuando se le requiere. Su labor de acompañamiento y
orientación consiste en ayudar al alumno a leer sus deseos profundos,
colaborando con él en su realización.
Enseñar es esperar pacientemente.
Todo proceso educativo realmente eficaz requiere tiempo. Más aún la educación
personalista y comunitaria, que dura toda la vida. El profesor es la persona
que sabe mirar y descubrir aquello que cada alumno está llamado a ser. Sabe
orientarlo hacia ello y acompañarlo con paciencia. Sabe esperar trabajando
–pues esperar es trascender, estar partiendo siempre en busca de algo–, esperar
con las manos en la masa, amasando amorosamente. Sabe no ceder a las
dificultades que siempre aparecen; sabe superarlas perseverando.
Enseñar es hacer reír: maestros,
que nunca falte el buen humor. El humor sano que
ayuda a trabajar cuando el trabajo se hace duro, que ayuda a relativizar las
carencias cuando estas parecen insalvables, que ayuda a acercar los corazones
de los alumnos y del profesor. Una sonrisa en la cara del profesor puede captar
la atención de los alumnos mejor que muchas actividades preparadas para dicho
cometido; además, la sonrisa en el rostro del otro despierta algo de esperanza
y de alegría en los corazones apocopados o endurecidos. La risa hace comunidad
cuando es sincera.
Enseñar es realizar aquello en lo
que se cree: el maestro es ejemplo vivo de lo que en su palabra aparece, a
pesar de sus debilidades y en sus debilidades mismas. No podemos pedir esfuerzo
y eficacia y llevar las clases poco preparadas o tardar semanas en corregir y
revisar los trabajos de nuestros alumnos.
Enseñar es estar siempre
aprendiendo. El maestro no deja nunca de aprender, de buscar, de ser alumno
y discípulo.
le deseamos desde
la Biblioteca Demarco Angel!!!
Por eso al maestro no le resulta difícil
ponerse en el lugar del alumno: él nunca ha dejado de ser alumno porque ha
descubierto que la vida es un continuo dar y recibir, recibir y dar; que su
vida empezó gracias a la ofrenda de otras personas, y que esta ofrenda
posibilita ahora su ofrenda.
Autor:
Luis Rosa. Fundación E. Mounier. Salamanca.
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