lunes, 14 de octubre de 2013

15 de Octubre: comienza la semana de la familia:

    La familia es una institución inmemorial, en la que la persona nace, crece y se desarrolla, y es desde su seno que interactúa con la sociedad. Siempre es propicio acentuar sus valores, pero más aún en estos tiempos en que las dificultades tienden a desvalorizarla.
    Hace tiempo que la familia es considerada, con total justificación, como “la célula básica de la sociedad”, porque es en ella donde nace la vida y se define la persona, su carácter, su personalidad, y sobre todo su educación y comportamiento social. El ejemplo que un niño recibe dentro de su propia familia es el que lo va a marcar para siempre en su inserción social y en su relación con el prójimo.
    El hombre, por naturaleza, está destinado a vivir en familia. Así está implícito en la condición humana (y de los seres vivientes en general) desde un principio. Es la más fidedigna transmisora de tradición y la institución por excelencia en la que se conservan y transfieren los valores de generación a generación. Por eso la familia es una institución inalterable. Uno nace y muere dentro de la misma familia, y en ella crece pero también la hace crecer y perfeccionarse.
     En otros aspectos de su vida el hombre es más cambiante: el trabajo, los amigos, las pasiones, suelen ir modificándose con el paso del tiempo.
    Pese al tan contundente peso propio de la institución familiar, se vislumbran en nuestros días algunas nuevas formas de familia, que tratan de imponerse en nombre de la “modernidad” y el “progreso”, pero en realidad no hacen sino tergiversar y forzar un orden natural intrínseco a la condición humana, y tarde o temprano las consecuencias de estos desvíos suelen ser irrevocables.
     Esta Semana de la Familia nos ofrece una ocasión inmejorable para reforzar el concepto tradicional de familia, no porque corresponda a una convención social, sino porque responde a un designio natural irrenunciable.

Maternidad (José Pedroni):
Mujer: en un silencio que me sabrá de ternura,
 durante nueve lunas crecerá tu cintura;
 y en el mes de la siega tendrás color de espiga,
 vestirás simplemente y andarás con fatiga.
 -El hueco de tu almohada tendrá olor a nido,
 y a vino derramado nuestro mantel tendido-.
 Si mi mano te toca,
 tu voz, con la vergüenza, se romperá en tu boca
 lo mismo que una copa.
 El cielo de tus ojos será cielo nublado.
 Tu cuerpo todo entero, como un vaso rajado
 que pierde un agua limpia. Tu mirada un rocío.
 Tu sonrisa la sombra de un pájaro en el río.

 
Y un día, un dulce día, quizás un día de fiesta
 para el hombre de pala y la mujer de cesta;
 el día que las madres y las recién casadas
 vienen por los caminos a las misas cantadas;
 el día que la moza luce su cara fresca,
 y el cargador no carga, el pescador no pesca…
 -tal vez el sol deslumbre; quizá la luna grata
 tenga catorce noches y espolvoree plata
 sobre la paz del monte; tal vez en el villaje
 llueva calladamente; quizá yo esté de viaje…-.
 Un día, un dulce día, con manso sufrimiento,
 te romperás cargada como una rama al viento.
 Y será el regocijo
 de besare las manos, y de hallar en el hijo
 tu misma frente simple, tu boca, tu mirada,
 y un poco de mis ojos, un poco, casi nada…
 
 
 
 

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