martes, 9 de abril de 2013

Nuevas historias para ser leídas!!!!

El día que no existan más ratones:
        El citadino se burla del provinciano que desconfía del recién llegado que sospecha del afroamericano que recela del blanco que desprecia al francés que rechaza al polaco que duda del inglés que segrega al brasileño que se ríe del gallego que hace bromas sobre le argentino que margina al boliviano que rechaza al gringo que ofende al indio que huye del católico que humilla al judío que se aparta del palestino que mata al Israelí que pelea con el árabe que desprecia a la mujer que maltrata a los chicos que pisan al sapo que come insectos que pican al hombre flaco que discrimina al gordo que se ríe del travestido que rechaza al policía que abusa del ladrón que roba al adolescente que señala al homosexual que critica al cura que rechaza al político que se aprovecha del débil que maldice al fuerte que atropella al distraído que vitupera al viejo que engaña al joven que contradice al adulto que se queja de su jefe que odia al gerente que acosa a su secretaria que envidia al cadete que huye del director que está harto del cliente que exige del vendedor que engaña al comprador que insulta al fabricante que se queja del funcionario que desdeña al periodista que hostiga al camarógrafo que prepotea al entrevistado que insulta al intelectual que señala al ignorante que ofende al estudioso que reprocha al médico que subestima al enfermo que sufre al burócrata que patea al gato que se come al ratón que muerde un tobillo y contagia la rabia.
   El día que no existan más ratones se acabará la rabia y el mundo será un lugar maravilloso.
Margules, Paula del libro Cuentos para seguir creciendo. Eudeba y FMG.
Las chicas electrónicas de Shúa Ana María Historias verdaderas (2004).
_¿Te acordás, hermana? Nos íbamos a bailar a las dos, tres de la mañana, de golpe los jóvenes copábamos la calle, como si todos al mismo tiempo saliéramos de nuestras madrigueras. Nos juntábamos en los kioscos, en los bares, en las esquinas…
  _Me acuerdo. Usabas brillantina en la cara y en el escote. Y esas zapatillas de plataforma que te gustaban tanto pero te hacían torcer el tobillo.
    _Una vez me hice un esguince y de algún modo me arreglé para seguir bailando. Lo que es ser joven. Al día siguiente me tuvieron que enyesar. Y vos tenías el aro en el ombligo.
    _Estaba muy orgullosa de mi aro: me había costado varias infecciones y todavía lo tenía allí. Vos te ponías gel en el pelo. Y usabas tops con una sola manga para lucir el tatuaje en el hombre. ¿Lo tenés todavía?
  _No, me lo saqué con láser hace unos años. Los rollingas sacaban a relucir sus zapatillas blancas, el flequillo y los pañuelitos al cuello.
   _No les gustaba que les dijeran rollingas. Ellos a sí mismos se llamaban stones.
  _Tenías ese amigo alternativo, ¿te acordás? Que se pasaba la mitad de la vida levantándose los pantalones. Y usaba la cadena colgando atrás para sostener la billetera. Pero sin billetera, porque ya se la habían robado una vez con cadena y todo.
  _¡Cómo se asustó mamá cuando me hice esa lastimadura con las uñas!
 _Ah, claro, con la onda de la escarificación.
 Nuestros padres no apreciaban mucho las cicatrices.
  _Enseguida corrieron a consultar a su terapeuta, como hacían siempre. Por suerte la mina estaba en el mundo real y les dijo que se quedaran tranquis, que era nomás una moda.
  _Vos usabas el pelo violeta, te lo habías decolorado para que te tomara bien y estaba todo arruinado, como paja. Me acuerdo que la abuela te pagó la peluquería como regalo de cumpleaños y cuando vio la obra terminada se quería cortar las venas con una vainilla.
  _Siempre te envidié el mameluco anaranjado brillante. Yo no tenía una ropa tan electrónica. Todos te miraban. Nuestro gran sueño era participar alguna vez en la súper rave internacional, el Love Parade de Berlín.
    _Mamá se sorprendía de ver a nuestros amigos varones con los ojos pintados. Y cuando le contábamos que bailaban entre ellos…
   _Pretendía que le explicáramos las diferencias entre el house y el trance o entre el drum-and-bass y el jungle. ¡Si lo último que había escuchado ella eran los Beatles!...
     En el año 2030, así recordarán mis hijas esas madrugadas electrónicas de Buenos Aires. Y mientras charlan, escucharán música, pero no precisamente tecno: escucharán tango, algún viejo clásico como Adiós Nonino. Que no es música de pibes.
Porque para disfrutar del tango hay que haber tenido y haber perdido, hay que ser capitán de la nostalgia, enamorado del recuerdo.
Inmolación por la belleza:
      El erizo era feo y los sabía. Por eso vivía en sitios apartados, en matorrales sombríos, sin hablar con nadie, siempre solitario y taciturno, siempre triste, él, que en realidad tenía un carácter alegre y gustaba de la compañía de los demás. Sólo se atrevía a salir a altas horas de la noche, y si entonces oía pasos, rápidamente erizaba sus púas y se convertía en una bola para ocultar su rubor.
      Una vez alguien encontró esa esfera híspida, ese tremendo alfiletero. En lugar de rociarlo con agua o arrojarle humo(como aconsejan los libros de zoología)tomó una sarta de perlas, un racimo de uvas de cristal, piedras preciosas, o quizá falsas, cascabeles, dos o tres lentejuelas, varias luciérnagas, un dije de oro, flores de nácar y de terciopelo, mariposas artificiales, un coral, una pluma y un botón, y los fue enhebrando en cada una de las agujas del erizo hasta transformar a aquella criatura desagradable en un animal fabuloso.
      Todos acudieron a contemplarlo. Según quien lo mirase, semejaba la corona de un emperador bizantino, un fragmento de la cola del Pájaro Roc, o si las luciérnagas se encendían, el fanal de una góndola empavesada, o si lo miraba algún envidioso, un bufón.
      El erizo escuchaba las voces, las exclamaciones, los aplausos y lloraba de felicidad. Pero no se atrevía a moverse por temor a que se le desprendiese aquel ropaje miliunanochesco. Así permaneció durante todo el verano. Cuando llegaron los primeros fríos había o de hambre y de  sed. Pero seguía hermoso.
     Denevi, Marco, falsificaciones, Buenos Aires, Corregidor, 2007.
La salvación:
     Esta es una historia de tiempos y de reinos pretéritos. El escultor paseaba con el tirano por los jardines del palacio. Más allá del laberinto para los extranjeros ilustres, en el extremo de la alameda de los  filósofos decapitados, el escultor presentó su última obra: una náyade que era una fuente. Mientras abundaba en explicaciones técnicas y disfrutaba de la embriaguez del triunfo, el artista advirtió en el hermoso rostro de su protector una sombra amenazadora.   
     Comprendió la causa. “¿Cómo un ser  tan ínfimo –sin duda estaba pensando el tirano_es capaz de lo que yo, pastor de pueblos, soy incapaz?    
     Entonces un pájaro, que bebía en la fuente, huyó alborozado por el aire y el escultor discurrió la idea que lo salvaría. Por humildes que sean  _dijo indicando el pájaro _hay que reconocer que vuelan mejor que nosotros”.
Bioy Casares, Adolfo, “La salvación”, Guirnalda con amores. 2010-

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